sábado, mayo 11, 2024

Los baños ecológicos secos (BES) tomaron en cuenta desde el inicio las necesidades y el contexto social y cultural de comunidades aymarás y quechuas, tanto en el diseño como en la ejecución de las obras de saneamiento.

Por María Augusta Olmedo*

La sinergia entre lo que se denomina la gestión social de un proyecto enfocado en el desarrollo comunitario, la participación y la interacción con los distintos actores sociales y el componente técnico encargado de la infraestructura y funcionamiento de los servicios, contribuye al éxito en la implementación del proyecto. Ese es el caso de los Baños Secos Ecológicos (BES) en Bolivia, donde las obras y procesos se adaptaron a la realidad sociocultural de las comunidades beneficiarias.

Para incrementar el acceso a agua potable y a saneamiento en poblaciones rurales con altos niveles de vulnerabilidad, el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y la Agencia Española para la Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID), a través del Fondo de Cooperación para Agua y Saneamiento (FCAS), financiaron el Programa de Agua Potable y Saneamiento para Pequeñas Localidades y Comunidades Rurales de Bolivia (2012-2018). Una parte del programa, focalizada en comunidades rurales dispersas menores a 500 habitantes, se llevó a cabo en cuatro departamentos del país: Chuquisaca, Cochabamba, La Paz y Potosí. A partir de los resultados y experiencia del programa, además, se desarrolló el marco de la Estrategia Nacional de Acceso al Agua y Saneamiento en el Área Rural (ENRAS), aprobada los Ministerios de Medio Ambiente y Agua, y de Salud, en noviembre de 2018. 

Una las acciones del programa fue la implementación de soluciones individuales de saneamiento (BES) en comunidades rurales dispersas alejadas de los centros urbanos, de baja densidad poblacional y amplia separación entre viviendas, con limitado acceso al agua y con altos niveles de pobreza e inequidad en cuanto al acceso y uso de servicios básicos. Esta opción tecnológica se asumió considerando las condiciones del entorno y el amplio historial de implementación de BES en zonas rurales de Bolivia, por más de 30 años.

En total, llegaron a construirse 5.315 unidades de BES en hogares de 186 comunidades. La financiación para las obras se logró a través de fondos de FCAS, una contraparte de los gobiernos municipales y departamentales y otra parte asumida mediante autoconstrucción por cada familia beneficiaria (muros, techo, cubierta, puerta y ventanas).

Conforme se construyeron los primeros BES, se identificó la necesidad de mejorar su adaptabilidad a la realidad cultural de las familias que habitan en las comunidades rurales, principalmente aimaras y quechuas, para promover la aceptación cultural y el uso de los baños. Así, se hicieron ajustes en la forma de implementación del programa, conjugando el análisis sociocultural y de afectos, temores y rechazos, con miras a impulsar la apropiación por parte de las comunidades.

Incorporando la cosmovisión andina a las soluciones de saneamiento

De acuerdo con Betty Soto, consultora experta del componente social del programa, en la cosmovisión de los pueblos indígenas aimara y quechua, el lugar de depósito de las excretas debe ubicarse lejos de la vivienda, ya que se trata de materia que puede contaminar y provocar enfermedades. Esta práctica es usual en las culturas donde se acostumbra la defecación al aire libre, y se arraigó con las primeras experiencias de saneamiento rural a través de letrinas (pozo ciego), debido a la generación de malos olores. Aunque los BES no suponen un problema de generación de malos olores, si su operación y mantenimiento se realizan de forma adecuada, fue necesario explicarlo y persuadir a los moradores para superar los recelos frente al nuevo sistema, y además acercar las instalaciones a la vivienda principal.

Para ello, se priorizó un trabajo social enfoque intercultural. Se estrecharon los lazos de confianza y se emprendieron campañas de sensibilización sobre los beneficios de contar con un baño cerca de la vivienda, destacando aspectos como una menor exposición al frío del ambiente, la seguridad de los niños y adultos mayores y la privacidad de las mujeres. De esta manera, se consiguió una aceptación mayoritaria de la nueva ubicación del baño.

Por otro lado, se rescataron los usos ancestrales de la orina para invitar a los moradores a que la procesen y utilicen, si así lo querían, apelando a la tradición local. Se dio orientación acerca de cómo fermentarla y, luego, usarla como fertilizante o plaguicida. Quienes no querían utilizarla, en cambio, recibieron guía y apoyo para la construcción técnica de pozos de absorción y de otras opciones que permiten el desecho sanitario de la orina. El programa además promovió el cierre del ciclo de los nutrientes a través de acciones de reforestación a nivel hogar y comunitario, con apoyo del municipio.

Además, según Néstor Meneses, coordinador técnico del programa, se registraron experiencias puntuales de procesamiento de heces. Por ejemplo, la comunidad de Toloma, en la localidad de Sica Sica (Departamento de La Paz), logró la producción de humus con lombricultura gracias a los conocimientos previos en esta técnica por parte de uno de los beneficiarios. Así, se demostró cómo los desechos pueden transformarse en recursos para su aprovechamiento en la comunidad.

El señor Valentín Condo Huanca, presidente del Comité de Agua Potable de la comunidad del Bañado, resalta que la implementación de los BES ayudó a lograr una transformación cultural positiva. Las familias de la comunidad ya no practican la defecación a campo abierto, sino que utilizan los BES, y se han organizado para una adecuada disposición de excretas por enterramiento. De esta forma, evitan la aparición de insectos y previenen enfermedades tanto de los animales domésticos como de las personas.

En la cosmovisión de los pueblos indígenas aimara y quechua, el lugar de depósito de las excretas debe ubicarse lejos de la vivienda

Sensibilización de género

Se introdujo el enfoque de género con metodologías dinámicas y empleando material visual de soporte, debido al alto grado de analfabetismo en la zona. En una primera etapa, se definieron actividades para mejorar la participación de las mujeres. Posteriormente, se afianzó su autoestima y, por último, se buscó alcanzar el empoderamiento con su participación directa y voluntaria de las mujeres en los niveles de decisión de las entidades operadoras de servicios de agua y saneamiento (Comités de Agua Potable y Saneamiento o CAPYS).

Dentro de este proceso fue clave el trabajo por separado con hombres y con mujeres, utilizando técnicas sociales y herramientas de liderazgo. De esta forma, se logró sensibilizar a los varones acerca de la importancia de que tanto hombres como mujeres puedan desempeñar diferentes funciones en el ámbito del hogar y en la esfera pública.

La señora Eva Marina Lamadrid Rojas, de la comunidad La Cañada, destaca la importancia del programa en el empoderamiento de las mujeres campesinas: “Con los talleres nos hemos abierto, hemos perdido la timidez, hemos empezado a hablar. Hay harto beneficio para las mujeres, porque uno pierde el miedo (…) Ahora siempre estoy participando y organizando a mujeres”.

A fin de asegurar la operación y mantenimiento de los BES, se empleó la técnica de roles y responsabilidades. Con ello, cada miembro del grupo familiar asumía una tarea para el cuidado del baño, evitando que estas labores recaigan exclusivamente sobre las mujeres.

Adaptaciones de diseño

Durante la implementación del programa, se descubrieron falencias en el diseño original de los BES que perjudicaban su adopción de parte de los usuarios. Los equipos social y técnico del programa trabajaron en conjunto para solucionarlas, a través de las siguientes modificaciones a los BES:

Funcionalidad y uso

  • Ubicación cerca de las lavanderías (puntos de agua) para favorecer el aseo luego del uso del baño.
  • Mejoras en la disposición del espacio interno, colocando el inodoro en una esquina. Esto facilitó la movilidad de las personas al interior del BES, especialmente de las mujeres de las comunidades que utilizan polleras (faldas de amplio vuelo) como parte de su vestimenta tradicional.
  • Rampa de acceso en lugar de escalones, para facilitar el ingreso a las personas de la tercera edad. Por seguridad, se complementaron con barandillas de apoyo.
  • Colocación de urinarios en la pared para varones, ajustando la altura para permitir el uso de los niños.
  • Puertas con dintel a mayor altura y con cierre más hermético, por comodidad de los más altos y a fin de evitar el ingreso de insectos.
  • Colocación de basureros para desecho de apósitos menstruales.

Operación y seguridad

  • Incorporación de un atrapamoscas para disminuir el riesgo de cría de vectores al interior de los contenedores donde se almacenan las heces.
  • Mejoras en la ventilación, reubicando el sistema y añadiendo un sombrerete que impida el ingreso de agua de lluvia, para prevenir malos olores.
  • Adopción de cámara única pero dotada de dos unidades de contenedores, para heces, lo que permite un adecuado tiempo de secado de las heces en un primer turril cuando se llena, mientras se puede continuar utilizando el segundo turril.
  • Modificaciones en la cámara de disposición de contenedores, para evitar el acceso de animales y de agua.
  • Incorporación de un sistema en “T” a la salida del conducto de la orina, que permite dirigirla a un bidón, cuando es utilizada para fertilización, o bien a un pozo de absorción enterrado, si no se requiere su uso.

En el caso del Programa Rural de Bolivia, la introducción de una nueva tecnología como los BES implicó un proceso de reconocimiento, consideración y análisis de los factores que influyen en la aceptación de los usuarios de las comunidades, para lograr adaptar esa tecnología a las condiciones locales.

Actualmente, el BID está ejecutando en Bolivia la Cooperación Técnica No Reembolsable financiada por FCAS, que servirá obtener insumos para futuros programas de saneamiento en áreas rurales que incluyan este tipo de soluciones.

*María Augusta Olmedo es consultora en Comunicación para el Fondo de Cooperación para Agua y Saneamiento de la Agencia española de cooperación (FCAS), y el BID. Mauricio Lupera y Paulina González colaboraron en la elaboración de este artículo.

Fuente; web del BID

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