domingo, mayo 12, 2024

Las carreteras no solo han continuado las actividades habituales, sino que han tenido que implementar medidas de prevención sanitaria y controles adicionales de mercancías y pasajeros.

Todos los sectores han experimentado una fuerte sacudida como consecuencia del COVID-19. Salud, educación, economía, pymes, son solo algunos de los más afectados. Pero poco se ha hablado de nuestra vieja aliada la carretera, responsable de más del 90% del transporte de la región. A veces puesta en entredicho, ha sido confiable en el transporte de medicamentos, alimentos y suministros básicos a la población durante este período de cuarentena y de servicios públicos paralizados.

Las carreteras no solo han continuado las actividades habituales, sino que han tenido que implementar medidas de prevención sanitaria y controles adicionales de mercancías y pasajeros. A pesar de la parálisis administrativa, el sector ha mantenido la conectividad respetando los contratos de conservación, atención a incidentes, control de túneles o mantenimiento invernal. Incluso algunos organismos han ido más allá y han hecho obras que era una oportunidad ejecutar por el bajo tránsito.

Debemos reconocer la ardua labor que hay detrás la carretera y darle el valor que tiene. Como esos amigos que siempre están ahí cuando los necesitamos. No podemos dar por supuesto que funciona sola y que esta confiabilidad es casual. Detrás está el esfuerzo de todo un sector que debe valorarse y que merece también nuestro reconocimiento y aplauso.

Desde aquel primer préstamo para construir un puente sobre el Río Limón en 1972, la carretera es la  infraestructura más financiada por CAF, destino del 20% de los USD 188.000 millones de financiación acumulada a lo largo de su historia y consecuente con su misión de desarrollo e integración regional. Pues aunque es uno de los principales activos de América Latina, con un valor estimado de 1.200 billones de dólares, supone tan solo USD 2180 de inversión por habitante. Un tercio de la media mundial y a la cola del resto de regiones del mundo.

En la reunión del Grupo Asesor de la Asociación Mundial de la Carretera (PIARC), varios organismos como WB, IDB, ADB, AIIB y CAF, conversamos sobre las perspectivas de la carretera ante una crisis  que ha provocado una caída del tráfico global de mercancías del 35% y del tráfico de vehículos del 75%. Todo apunta a una situación de demanda deprimida que se prolongará durante un año, seguida de una lenta recuperación hasta conformarse un nuevo y desconocido paradigma de movilidad.

Por tanto, se identifican en el proceso tres etapas diferenciadas:

Una primera etapa consistente en afrontar retos inmediatos como garantizar el tránsito por las carreteras proveyendo de los recursos necesarios a sus gestores, ya sean públicos o privados. La reducción del tráfico impacta en cuentas públicas y en sociedades concesionarias. Para ayudar a nuestros países a afrontar esta etapa, CAF cuenta con las herramientas que le hacen reconocible en la financiación de infraestructura vial: cercanía al cliente, flexibilidad y profundo conocimiento del sector en la región, sin perder nunca de vista su misión de desarrollo sostenible e integración regional.

Una segunda etapa, ya en marcha, enfocada en combatir la crisis económica. Los países necesitan proyectos que ayuden a reactivar la economía, con inversiones de rápida ejecución y alta generación de empleo. Y para desarrollar políticas públicas anticíclicas, nada como nuestra vieja aliada la carretera, con un excelente efecto multiplicador de la inversión sobre la economía y una extraordinaria capacidad para generar hasta 500.000 empleos por cada 1000 millones de dólares invertidos.

Ante estas nuevas necesidades, los gobiernos de América Latina revisan sus planes de inversión en carreteras previos a la crisis, valorando si siguen siendo pertinentes y qué proyectos priorizar. Desde CAF podemos brindarles apoyo con recursos, metodologías de análisis y transferencia de experiencias regionales que ayuden en la identificación de estos proyectos de alto impacto y en su priorización.

La tercera etapa es la asunción de una normalidad distinta asociada a nuevos modelos de desarrollo. Se presenta como una excelente oportunidad para resolver deficiencias estructurales en la infraestructura vial de la región, acelerar la lucha contra el cambio climático, incrementar la resiliencia, reducir la demanda de transporte, impulsar las cadenas de suministro local y adoptar nuevas formas de organización territorial.

Haciendo uso de las fortalezas de CAF, podemos apoyar al sector vial en los retos que enfrenta la región en esta última etapa, proponiendo nuestro enfoque de:

  • Mejora de la productividad y la competitividad con carreteras sostenibles, enfocadas en las cadenas de suministro, planificadas y eficientes.
  • Integración física de América Latina, para mejorar su resiliencia productiva y garantizar las cadenas de suministro ante un probable período de desglobalización.
  • Impulso a las nuevas tecnologías en la gestión de la demanda de transporte y en la operación dinámica de la carretera, basados en sistemas ITS, Big Data, V2V, C-ITS, CTC, etc.

En definitiva, CAF seguirá apoyando la carretera como promotora del desarrollo social y económico de América Latina, brindándose como aliados de los países de la región para superar la crisis generada por el COVID-19 e incluso ir un paso más allá.

Fuente: web de la CAF

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