sábado, mayo 11, 2024

Esta semana se celebró el Día Mundial de la Conservación del Suelo.  Pese a que las ciudades representan menos del 3% de la superficie habitable, nos parece importante hablar del impacto de las superficies urbanas en la sostenibilidad del planeta.  

El problema:

Las ciudades modernas requieren la transformación de suelos naturales a suelos asfaltados, que tradicionalmente se conseguía con materiales impermeables. Este efecto impermeabilizante aumenta la escorrentía superficial en las ciudades, haciéndolas vulnerables frente a eventos meteorológicos. Paralelamente, las ciudades suelen ubicarse cerca de cuerpos de agua y suelos fértiles, por lo que estos suelos “grises” entran en competencia con ecosistemas clave para la resiliencia climática (lechos de ríos, bordes costeros), pero también con suelo agrícola y la biodiversidad local.

Adicionalmente, las ciudades son de color más oscuro que el ecosistema que las rodea. Este es un elemento importante porque las superficies oscuras atrapan el calor, generando la “isla de calor urbana”. La semana pasada se vivió una ola de calor sin precedentes en muchos lugares del hemisferio norte, generando temperaturas no aptas para la supervivencia humana en varias ciudades desde Jacobabad en Pakistán hasta la Columbia Británica, donde se han registrado temperaturas de 51.1 y 49.5 grados centígrados respectivamente. Estas lecturas de termómetro “en seco” se acercan cada vez más a la franja de inhabitabilidad, que es cuando la lectura “en húmedo” (con el termómetro sobre un paño mojado), sobrepasa los 36 grados. A esta temperatura, el cuerpo humano no se enfría sudando, por lo que es necesario recurrir a espacios fríos, ya sea mediante climatización activa (aire acondicionado, ventiladores, que consumo energético) o pasiva (construcciones diseñadas para no retener calor).

A estos dos factores se suma la previsión de crecimiento de las ciudades. Entre 2000 y 2030, el área  urbana habrá crecido a un ritmo equivalente a 20,000 campos de fútbol americano al día. Es más, se estima que el 75% de la infraestructura urbana que habrá en 2050 aún no se ha construido. Además, este crecimiento urbano se dará en algunas de las tierras más fértiles del planeta, con una productividad del suelo 1.77 veces mayor al promedio, con la consiguiente pérdida en suelo agrícola y ecosistemas nativos.

Las soluciones: hacia una ciudad compacta, permeable, clara y biodiversa

  • Menos es más

La urbanización es un fenómeno global que tiene el potencial de reducir brechas de inequidad globales, reduciendo la pobreza y aumentando el acceso a la educación y la sanidad. Sin embargo, tanto para conseguir estos objetivos sociales como para poder hacer del espacio urbano un lugar sostenible ambientalmente es necesario planear el crecimiento urbano en todas sus dimensiones. En cuanto al uso del suelo, la densificación del espacio, la mezcla de usos entre lo comercial, residencial y servicios y el acceso a transporte son elementos clave. Una ciudad compacta permite minimizar la mancha urbana, reduciendo la competencia con ecosistemas, la isla de calor, la superficie impermeable e, incluso, la demanda de energía de la ciudad, con su consiguiente impacto en las emisiones de gases de efecto invernadero.

  • Verde: soluciones basadas en la naturaleza para una resiliencia natural

Las soluciones basadas en la naturaleza es un término que se acuñó en las negociaciones de Cambio Climático para señalar el gran poder de captura de carbono que tienen los ecosistemas. Sin embargo, a medida que las necesidades de adaptación van creciendo, también se está adoptando el término para referirse a aquellas medidas que utilizan elementos naturales para mejorar la resiliencia. En el contexto urbano esto es importante ya que muchos de los riesgos climáticos presentes en las ciudades son producto tanto del cambio de parámetros en el clima (aumento de temperaturas, cambio en las precipitaciones), como de la vulnerabilidad ocasionada por la sustitución de un ecosistema natural por elementos artificiales y la calidad de las infraestructuras.

En este sentido devolver la naturaleza a la ciudad tiene una serie de beneficios, llamados servicios ecosistémicos, que tienen el potencial de otorgar resiliencia a la ciudad a la vez que la hacen más habitable. Un ejemplo claro es la arboleda urbana, que combate la isla de calor tanto porque provee espacios de sombra, reduciendo la cantidad de energía que recibe el asfalto, como porque al ser una superficie más clara, la ciudad absorbe menos calor. Lo ideal es combinar este tipo de medidas con una selección de especies que sean autóctonas de la zona, y variadas, para maximizar la resiliencia a diferentes eventos.

Lo mismo sucede con otros elementos de infraestructura verde urbana, como los techos verdes, que permiten enfriar los edificios a la vez que forman corredores de biodiversidad. Por otro lado, elementos como los bio-retenedores, que son cajones de vegetación paralelos a la vereda que permiten reducir la escorrentía superficial del agua infiltrándola hacia el suelo, o los parques inundables, situados en cotas bajas de la ciudad para capturar el agua de lluvia son buenos ejemplos de soluciones basadas en la naturaleza.

  • Blanco: el mejor color para hacer frente al calor

La típica postal de pueblos y ciudades blancas, o de colores muy claros, en el Mediterráneo no son casualidad. Acostumbrados a veranos con más de 40 grados, el recubrir las construcciones de cal para aumentar la reflectividad, y por lo tanto absorber menos calor, es un elemento de la arquitectura tradicional mediterránea que perdura en el tiempo y que se hace cada vez más relevante considerando el aumento de la temperatura global.

El cambio climático ha hecho que las olas de calor sean cada vez más frecuentes,más largas y más letales, incluso en latitudes donde antes no se habían visto. En 2003 una ola de calor en Europa dejó 70,000 muertos, en 2016 en Pakistán una ola de calor dejó 2,500 muertos, y así en una tendencia donde en Estados Unidos se espera que las muertes por olas de calor superen pronto a las ocasionadas por olas de frío.

Ante este panorama aclarar las ciudades mediante campañas de pintado de tejados o edificios de colores reflectantes se ha convertido en una opción económica y tecnológicamente asequible, de modo que varias ciudades como Nueva York o Chicago han empezado a usar este tipo de medidas, que pueden reducir entre 1.5 y 5 grados centígrados las temperaturas en el interior de los hogares.

  • Gris: soluciones de permeabilidad y energía renovable

Para que las superficies urbanas sean realmente resilientes, también es importante trabajar en la permeabilidad del pavimentoLos pavimientos permeables imitan la porosidad natural del suelo, permitiendo capturar agua de lluvia y filtrarla hacia acuíferos subterráneos. Esto reduce la escorrentía superficial, reduciendo el riesgo de inundaciones, y contribuye a las reservas naturales de agua en las ciudades.

Otras soluciones que permiten optimizar el uso del gris en las ciudades para conseguir resiliencia son medidas como el despliegue de placas solares en techos, o medidas más innovadoras como el pavimento solar desplegado en Barcelona.

En conclusión, las superficies urbanas son parte de la ecuación entre la vulnerabilidad y la resiliencia, y es importante pensar la ciudad del futuro como una continuación del espacio natural, imitando sus estrategias de adaptación y utilizando tecnologías tanto tradicionales como innovadoras para maximizar la resiliencia. ¿Está tu ciudad aplicando alguna solución encaminada a paliar los efectos negativos de las superficies urbanas en el medio ambiente? No dudes en compartirlo con nosotros en la sección de comentarios.

Este blog forma parte de una serie sobre Tendencias de Sostenibilidad Urbana en 2021

Fuente web del BID

Comentarios de Facebook
Spread the love

Seguinos

INSTAGRAM

LINKEDIN

YOUTUBE

Publicidad