sábado, mayo 18, 2024

Leyendo en días pasados las noticias con mi café en la mano, empecé a contar el número de artículos que estaban relacionadas con el ambiente y el clima. Los encabezados relacionados con estos dos temas eran más del 50% de todas las noticias del día: comenzando por el análisis de una de las temporadas de huracanes más fuertes en el Caribe con un récord de 30 tormentas tropicales registradas en el Atlántico, los problemas de contaminación del aire y del recurso hídrico, los incendios forestales y, para agravar la situación, la pandemia por COVID-19 y la consecuente emergencia sanitaria mundial.

En resumen, un panorama bastante preocupante que nos da una idea cómo se vería una “nueva normalidad” en un futuro no muy lejano. Creo que todos estamos de acuerdo en que la acelerada degradación ambiental combinada con los efectos del cambio climático sobre nuestro planeta necesitan una respuesta conjunta de inmediato. De hecho, América Latina y el Caribe enfrenta la mayor pérdida de especies y hábitats, lo cual afecta la provisión de recursos naturales que contribuyen a los medios de vida y los servicios ecosistémicos que son esenciales para la supervivencia humana.

Cambiar paradigmas no es fácil y, en este sentido, la presente situación global ofrece una oportunidad para se aceleren los cambios requeridos respecto a nuestros modelos de desarrollo.

Las medidas de adaptación son claves para lograr un cambio de paradigma

Adaptarnos al cambio climático es una prioridad, en particular, para aquellos sectores vulnerables al clima, los cuales deben ser los primeros en incluir los impactos del cambio climático en sus procesos de planificación y toma de decisiones.

Centros de investigación y universidades alrededor del mundo han venido trabajando en una definición operativa del concepto de capacidad adaptativa (un término más bien teórico hasta hace unos años) y que busca caracterizar que tan preparada está una comunidad, un sector, un ecosistema o un conjunto de infraestructuras, para responder de forma efectiva al cambio climático.

Uno de los primeros sectores en los que se empezó a analizar este tema fue el sector de agua, enfatizando la necesidad de entender como los temas de gobernanza podrían cumplir un rol determinante en la creación de capacidad adaptativa.

Es así como la Universidad de Ginebra desarrolla en 2014 un marco analítico para caracterizar el proceso adaptativo en el sector de agua, empleando un grupo de indicadores y criterios operativos. Los resultados de la aplicación de este marco analítico en varios países demostraron que es posible caracterizar de forma bastante acertada el proceso adaptativo del sector de agua e identificar áreas clave que contribuyen con la creación de capacidad adaptativa y que pueden requerir de mayor inversión.

Este marco referencial de análisis demostró ser de gran utilidad y con gran potencial para apoyar el desarrollo de políticas públicas y el diseño de mecanismos para el manejo del recurso hídrico.

Dicho marco parte de tres determinantes base (gobernanza, información y redes de conocimiento) con sus respectivos indicadores operativos. Estos permiten no solo monitorear avances periódicos, sino también incluir en el análisis otros elementos clave para crear resiliencia climática tales como los temas de representación y empoderamiento de los diferentes actores locales.   

Siete recomendaciones clave sobre capacidad adaptativa en el sector de agua

En el BID, recientemente publicamos el estudio “Generando capacidad adaptativa y transformadora a nivel institucional” que realizamos en Bolivia, en el que se empleó dicho marco conceptual para analizar la contribución de un programa nacional de adaptación en cuencas para crear capacidad adaptativa en el sector de agua.

El reporte arroja resultados interesantes que podrían ser de gran ayuda para el sector de agua en el país y los cuales podrían ser replicados en otros países. A continuación, algunas recomendaciones extraídas del estudio:

1. Establecer protocolos operativos claros y fortalecer el limitado marco regulatorio para mejorar la planificación preparatoria y de contingencia para eventos extremos.

2. Incrementar los esfuerzos para establecer flexibilidad y una clara priorización jerárquica en la distribución de los derechos de agua durante situaciones de emergencia como componentes fundamentales de un marco regulador universal para definir los derechos de agua en un país.

3. Establecer proyectos enmarcados en objetivos de desarrollo intersectoriales amplios que puedan guiar proyectos estratégicos destinados a mejorar los medios de vida, la productividad del ecosistema y la salud, con el apoyo de las herramientas de planificación intersectoriales necesarias para mejorar la coordinación en la gobernanza entre sectores.

4. Asegurar que los datos y las plataformas de datos asociadas se adapten a las necesidades sectoriales y respalden el establecimiento de una agenda nacional de investigación que formalice el intercambio entre la academia y el Estado.

5. Integrar el conocimiento tradicional para mejorar los servicios hidrometeorológicos y climáticos, de modo que las comunidades locales sean vistas como participantes activos en proyectos de adaptación, en lugar de ser únicamente beneficiarios.

6. Establecer una plataforma para asegurar que el aprendizaje se institucionalice, ampliando las experiencias positivas y los mecanismos vinculados con la planificación integrada y la adaptación a los impactos del cambio climático basada en las principales necesidades y retos de la comunidad a nivel de microcuencas.

7. Crear conciencia sobre el valor del agua como recurso, incorporar el cambio climático y la educación ambiental, cambiar las percepciones y la mentalidad en torno al riesgo y reconocer que el conocimiento tradicional puede ser central para la planificación de la adaptación.

No todas son malas noticias. Muchos países están trabajando arduamente para lograr una transición justa hacia una economía de cero emisiones netas y resiliente al clima. La identificación e implementación de medidas de adaptación son claves para poder iniciar un proceso de cambio e, igual de relevante, son el monitoreo y la evaluación de las medidas implementadas.

Foto: Unsplashed.com

Fuente: blog del BID escrito por Alfred Grünwaldt 

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