viernes, mayo 10, 2024

La pandemia sigue propagándose, exacerbando los problemas que afectan a millones de habitantes de las urbes del planeta, especialmente a aquellos que viven en una situación de mayor informalidad y desigualdad. Cuando estalló el COVID-19 me preguntaba cuáles eran las peculiaridades de las pandemias en la historia de las ciudades. Para mi sorpresa, pude identificar cuatro tendencias que, a mi juicio, siguen vigentes: La incertidumbre que alimenta a la “infodemia”, la búsqueda de culpables con potenciales represalias, la disyuntiva entre el aislamiento y el deterioro socioeconómico y, por último, aunque no menos importante, la persistencia del círculo vicioso de la vulnerabilidad; es decir, las comunidades más desaventajadas son las que terminan sufriendo desproporcionalmente sus efectos por más tiempo. Blog Los Enemigos Sigilosos

Fuente: Bloomberg.com. Mapeo del COVID-19, Casos Confirmados, noviembre de 2020.

Si bien la identificación de estas tendencias nos ayuda a vincular el pasado con el presente, el desafío actual es si podremos comprender las complejidades de esta catastrófica experiencia a fin de crear un futuro mejor para todos; o sea, superar el círculo vicioso de la vulnerabilidad. Para este dilema no existe una única respuesta. Desde un punto de vista urbanístico, gran parte de los expertos se sienten incómodos porque el coronavirus está desnaturalizando una de las concepciones más aceptadas de cómo deberían ser nuestras ciudades.

Los más prestigiosos urbanistas sostienen que es indispensable lograr una mayor densificación, inclusión social, movilidad sostenible e interconectividad física y virtual, para evitar los problemas medioambientales derivados de una cultura centrada en el automóvil y la expansión territorial. A través de las políticas urbanas, se fomenta la oferta de vivienda accesible o vía subsidios para hogares con distintos niveles de ingresos, en particular para los de menores recursos. La rehabilitación de edificaciones, especialmente en áreas centrales, incrementaría la densidad perdida y un diseño basado en su uso mixto alentaría las interacciones sociales para facilitar la vida en la proximidad. Esta visión podría sintetizarse en la denominada Ciudad de los 15 Minutos, donde todos los vecinos pueden acceder a servicios urbanos esenciales en esa fracción de tiempo, ya sea caminando o en bicicleta. En otras palabras, se pretende construir ciudades más compactas, inclusivas e interconectadas.

Fuente: Forbes. Basado en la idea de Carlos Moreno: “La Ciudad de los 15 Minutos”.

Sin embargo, tal como lo expone Philip Kennicott del Washington Post en su investigación Designing to Survive, el COVID-19 está reconfigurando estas concepciones. No sólo ha puesto en tela de juicio las ideas eminentes sobre las ciudades densas, sino también el actual modus vivendi y operandi de las edificaciones en las que residimos, trabajamos y hasta morimos. Kennicott enfatiza la necesidad de convertir a la arquitectura en una ciencia más orgánica, que experimente y fomente la creación de construcciones urbanas entretejidas con el medioambiente que nos rodea, protege e inspira para poder vivir más saludablemente; tema que cobrará mayor ímpetu en la post pandemia.

Hoy, el coronavirus ha logrado que muchas personas, especialmente las más afluentes, dejen sus residencias citadinas por urbanizaciones exclusivas en los suburbios para acceder a sitios naturales y escapar de las muchedumbres. Millones de otras, en cambio, se enfrentan cotidianamente a las restricciones e inconveniencias de sus propios espacios domésticos: pequeños apartamentos o casas que no cuentan con el diseño y la distribución adecuados para mantener actividades laborales y escolares virtuales por largos periodos. A este contexto, se suma la gran cantidad de inmuebles públicos y privados desocupados en ciudades acuarteladas, debido a que no fueron concebidos para mitigar propagaciones virales.

Más aún, millones de familias de escasos recursos se ven obligadas a ganarse el sustento diario en las inseguras periferias, ya que carecen de las oportunidades o habilidades para trabajar de forma remota. Éstas residen, en el mejor de los casos, en viviendas precarias, hacinadas y con hábitats insalubres. No es casual el incremento exponencial de los casos de violencia intrafamiliar bajo estas condiciones. Blog: Cuando el peligro está en casa. En Buenos Aires, por ejemplo, en el primer día de cuarentena obligatoria, 41 mujeres denunciaron violencia de género, situación que empeoró posteriormente, en particular en las zonas urbanas más expuestas al coronavirus. Debido a que las semanas de confinamiento se han convertido en meses de aislamiento, la concepción de la ciudad compacta está bajo escrutinio.

Fuente: Conde Nast Traveler, Paris, Distrito de Saint Michel, 20 de abril de 2020.

Ante esta situación, debemos replantearnos un tema crucial que hemos obviado. No se trata sólo de realizar esfuerzos de aglomeración, inclusión e interconexión, o de circundar con más naturaleza esa aglomeración, sino también comprehender los “factores determinantes” que pueden generar ambientes urbanos saludables. Al respecto, Jason Corburn, profesor de la Universidad de California-Berkeley, nos invita a reflexionar sobre esta materia: “Los espacios urbanos y sus procesos de planificación, en particular aquellos que rigen el uso del suelo, la vivienda, el transporte, las oportunidades de empleo, los servicios sociales, la calidad del medio ambiente y las posibilidades de participación pública, son poderosos determinantes de la salud de la población.”

La Organización Mundial de la Salud, por su parte, destaca que el bienestar de las personas depende primordialmente de sus circunstancias y su hábitat. En un mundo preeminentemente urbano, los atributos del lugar donde vivimos, el nivel educación e ingreso familiar, así como la riqueza de las relaciones y redes personales, son “determinantes sociales” de la salud que interactúan con la condición genética y las conductas de cada individuo. Mientras que el grado de acceso y utilización de los servicios de salud es sólo una parte de toda esta ecuación.Por estos motivos, los rasgos distintivos de las urbes, sus procesos de gobernanza, el entorno, la cobertura de las necesidades básicas, la provisión de servicios públicos, el acceso a alimentos frescos y las cualidades de las edificaciones, juegan un papel crucial en la salud física y mental de los ciudadanos, no sólo la cantidad de clínicas y hospitales disponibles.


Esta entrada de blog fue originalmente publicada en El País

Fuente: web del BID

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